una experiencia de escritura en directo y a contrarreloj: abrir un blog para actualizarlo furiosamente durante veinticuatro horas, improvisando, sin utilizar notas previas, sin dormir. Publicar, como mínimo, una entrada cada hora. Convertirlo en un flujo continuo de ideas en vigilia. Luchar contra el sueño y servirse de él: permitir que el cansancio trastorne la lucidez. Escribir como una eremita en un espacio público. Corregir durante el periodo de escritura, pero interrumpir definitivamente escritura y corrección tras acostarse. Congelar los textos.